jueves, 11 de abril de 2024

Domingo III de Pascua (B)

14-4-2024                              DOMINGO III DE PASCUA (B)

Hch. 3, 13-15.17-19; Sal. 4; 1 Jn. 2, 1-5; Lc. 24, 35-48

TESTIGOS DE CRISTO

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

Termina el evangelio de hoy diciendo: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Sí, Jesús nos llama a ser testigos de su pasión, de su resurrección, de la súplica que hace a todos los hombres para la conversión de un hombre viejo a un hombre nuevo, de un pecador a un santo. Jesús también nos llama a anunciar el perdón de los pecados a todos los hombres de todos los pueblos. Nadie está excluido de esta llamada universal a la salvación. Jesús nos llama a ser sus TESTIGOS DE TODO ESTO Y POR TODO EL MUNDO Y EN TODOS LOS TIEMPOS. Este testimonio se puede dar de muchos modos.

Hace poco os hablaba en una homilía de diario del testimonio que ha dado un policía francés, al dar su vida por otra persona. Los hechos ocurrieron en 2018. Hoy quiero poner a este policía para que nos sirva de ejemplo y para que anime también nuestro testimonio.

Aunque parezca contradictorio, la muerte de este policía es una llamada a la vida. Dios a través de este policía nos llama a la VIDA con mayúsculas, y a dar sentido a nuestra vida de cada día. Este policía francés se llamaba Arnaud Beltrame y tenía 45 años. En la madrugada de un sábado de marzo de 2018 moría el teniente coronel Arnaud Beltrame, conocido ya como el héroe de Trèbes. El gendarme fue asesinado tras intercambiarse con un rehén durante el asalto terrorista perpetrado en un supermercado en Trèbes.

Arnaud nació en una familia poco practicante, pero se convirtió a la fe en Jesucristo, al catolicismo a los 33 años. Así lo cuenta en un testimonio publicado tras su muerte el padre Jean-Baptiste, sacerdote de la abadía de Lagrasse que le acompañó en su camino de fe y en su preparación al matrimonio en estos últimos años:

Conocí por casualidad, durante una visita a nuestra abadía, monumento histórico, al teniente coronel Arnaud Beltrame y a Marielle, con quien acababa de casarse civilmente el 27 de agosto de 2016. Simpatizamos enseguida y ambos me pidieron que preparase su matrimonio religioso, que yo debía celebrar cerca de Vannes el 9 de junio próximo (de 2018). Así pues, pasamos muchas horas trabajando los fundamentos de la vida conyugal durante dos años. Yo acababa de bendecir su hogar el 16 de diciembre (de 2017) y habíamos concluido su expediente canónico para el matrimonio. Esta joven pareja venía habitualmente a la abadía a participar en las misas, oficios y enseñanzas, y en particular a un grupo de acogida, Nuestra Señora de Caná. Aún vinieron el pasado domingo (18-III-2018).

Inteligente, deportivo, hablador y carismático, a Arnaud le gustaba hablar de su conversión. Nacido en una familia poco practicante, vivió una auténtica conversión en torno a 2008, a los 33 años. Recibió la primera comunión y la confirmación tras dos años de catecumenado, en 2010.

Tras una peregrinación a Sainte-Anne-d’Auray en 2015, donde pidió a la Virgen María encontrar a la mujer de su vida, empezó a salir con Marielle, cuya fe es profunda y discreta. La petición de mano se celebró en la abadía bretona de Timadeuc en la Pascua de 2016.

Apasionado por la Gendarmería, alimentaba desde siempre gran pasión por Francia, por su grandeza, por su historia, por sus raíces cristianas, que había descubierto con su conversión.

Al ofrecerse en lugar de los rehenes, probablemente estuvo animado con pasión por su heroísmo de oficial, porque para él ser policía quería decir proteger. Pero él sabía el riesgo extraordinario que asumía.

Él era consciente también de la promesa de matrimonio religiosa que había hecho a Marielle, con quien ya estaba civilmente casado y a quien amaba tiernamente. De eso soy testigo.

¿Entonces? ¿Tenía derecho a asumir tal riesgo? Creo que sólo su fe puede explicar la locura de ese sacrificio que hizo hoy para admiración de todos. Él sabía que, como nos dijo Jesús, ‘no hay mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos’ (Jn 15, 13). Él sabía que, si su vida comenzaba a pertenecer a Marielle, también era de Dios, de Francia, de sus hermanos en peligro de muerte. Creo que sólo una fe cristiana animada por la caridad podía pedirle ese sacrificio sobrehumano.
Pude verle en el hospital de Carcassone hacia las nueve de la noche del viernes. Los policías y los médicos o enfermeras me llevaron hasta él con una gran delicadeza. Él estaba vivo, pero inconsciente. Pude darle la extremaunción y la bendición apostólica ‘in articulo mortis’. Marielle respondía a esas bellas fórmulas litúrgicas.
Era Viernes de Dolores, justo antes de comenzar la Semana Santa. Acababa de rezar el oficio de nona y el viacrucis por su intención. Pedí al personal que cuidaba de él si podría tener una medalla de la Virgen, la de la Rue du Bac, de París [Medalla Milagrosa], junto a él. Comprensiva y profesional, una enfermera la sujetó a su hombro.

No pude casarle, como se ha dicho equivocadamente en un artículo, porque estaba inconsciente.

Arnaud no tendrá jamás hijos carnales. Pero su heroísmo impactante va a suscitar, creo, numerosos emuladores, dispuestos al don de sí mismos por Francia y su alegría cristiana”.

            Arnaud es testigo de Cristo Jesús. Arnaud es un espejo en el que podemos mirarnos nosotros y puede hacernos ver lo que nos falta para llegar a ser verdaderos y buenos seguidores de Jesús resucitado:

            * Arnaud encontró la alegría de la fe.

* Arnaud descubrió y amó a Jesús vivo.

* Arnaud, a través de Jesús, descubrió y amó a Marielle; con ella compartió el amor y la  fe. ¡Qué grande es poder compartir con otros el amor, la fe, la vida…!

* Arnaud y Marielle tomaban parte activa en la Iglesia con diversas actividades: celebraban su fe en la liturgia y en la oración, formaban y nutrían su fe con la enseñanza, profundizaban en su fe.

* Por todo lo anterior, sucedió como consecuencia lógica y natural que Arnaud, por su deber como policía, y por su deber como cristiano, entregó su vida por otros, pues “no hay mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

Todo esto es ser testigo. No simplemente cumplir unos ritos o aceptar unas creencias, sino vivir en esa intimidad con Dios y con su santa Iglesia. SÓLO DESPUÉS DE ESTO SE PUEDE SER TESTIGO DE JESÚS.

¡Hagamos nosotros lo mismo en nuestra vida ordinaria!

jueves, 4 de abril de 2024

Domingo II de Pascua o Domingo de la Misericordia (B)

7-4-2024                                 DOMINGO II DE PASCUA (B)

Hch. 4, 32-35; Sal. 117; 1 Jn. 5, 1-6; Jn. 20, 19-31

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            - En el evangelio de hoy se nos narra el encuentro que tuvo Jesús con sus discípulos 8 días después del domingo de Pascua. En este día sucedió el episodio del apóstol Tomás y de Jesús. Cuando, finalmente, Tomás cree y acepta la resurrección de Jesús, y esto solamente porque lo ha visto con sus propios ojos y lo ha tocado con sus propias manos, es entonces cuando dice Jesús aquellas palabras tan famosas y que sirven para todos nosotros: “Jesús le dijo: ‘¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto’”.

            Está claro que ninguno de los que estamos aquí hemos estado físicamente al lado de Jesús, ni hemos escuchado sensiblemente sus palabras en nuestros oídos, ni le hemos tocado físicamente, pero, sin embargo, todos los que estamos aquí creemos en Jesús como nuestro Dios, como nuestro Señor y como nuestro Salvador. Por lo tanto, en nosotros se están cumpliendo estas palabras del evangelio de hoy: “Dichosos los que crean sin haber visto.

            A  finales del siglo XIX hubo una serie de avances técnicos, que hicieron creer a muchos que tales avances iban a solucionar todos los problemas de los hombres. La confianza en el hombre y en sus posibilidades se volvió ilimitada. Se llegó a creer que iban a desaparecer todas las enfermedades, toda el hambre, etc. La religión sería ya algo inútil. La religión se miraba como algo oscurantista, de la Edad Media y a los creyentes como pobres hombres: incultos y que vivían engañados. De esta época procede una anécdota, que ahora os narro: Ocurrió en 1892. Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario, que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. El joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos. Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del caballero y le preguntó: - Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos? - Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado? - Pero claro que lo está. Creo que usted, señor, debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión. Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted, señor, debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso. - Y... ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia? - Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia. El caballero entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que una ameba.  En la tarjeta decía:

Profesor Doctor Louis Pasteur

Director General del Instituto de Investigaciones Científicas

Universidad Nacional de Francia

            De Louis Pasteur es esta frase: “Un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima”.

            Tomás y tanta gente tienen las cosas ‘claras’. Existe lo que vemos, lo que tocamos, lo que comprendemos. Lo demás no existe. De acuerdo. Entonces, ¿por qué tenemos todo y de todo, pero no somos felices? ¿Qué nos falta? ¿Por qué, cuando Dios entra en nuestro corazón, nos damos cuenta de que todo lo demás es corto, temporal y no sacia? Nos lo dice Jesús: dichosos seremos si creemos. Dichosos seremos si creemos sin haber visto. Dios lo cambia todo. Decía Severo Ochoa a su mujer que él quisiera tener fe como ella, pero que no podía. Nosotros tenemos este privilegio de la fe sin mérito alguno de nuestra parte, y no lo valoramos suficientemente. No abandonemos el gran privilegio que tenemos con nuestra fe. Perderíamos lo mejor que tenemos.

Hay una frase que me ha gustado mucho desde la primera vez que la escuché y que dice así: ¡Alimenta tu fe y la duda morirá de hambre!” Sí, si tenemos dudas de fe, quizás es porque no hemos alimentado suficientemente nuestra fe con dedicación, entrega y búsqueda de Dios. Pero si alimentamos nuestra  fe cada día, nada ni nadie nos la podrán arrebatar.

            - En la primera lectura se nos dicen hoy también unas palabras preciosas, que describen la vida de los primeros discípulos de Jesús: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común […] Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor […] Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Es muy importante que nos miremos en este espejo, pues aquí se nos dice cómo se comportaban los cristianos hace 2000 años, cómo tenemos que comportarnos hoy y cómo se han de comportar los cristianos del futuro. No podemos desviarnos de este modelo, pues perderíamos el núcleo de nuestro seguimiento de Jesús.

            1) Se nos dice que los primeros cristianos compartían sus bienes entre sí. Ninguno pasaba necesidad, pues los que tenían entregaban de lo suyo a quienes no tenían. Lo mismo que una familia atiende a los miembros de la misma más necesitados, lo mismo que unos padres atienden las necesidades de sus hijos, lo mismo que unos hijos atienden las necesidades de sus padres… Pues de igual manera, los cristianos, que formamos parte de la gran Familia de Dios, hemos de compartir lo que tenemos, que no es nuestro, sino de Dios, con aquellos hermanos que pasan hambre, sed, frío, soledad, sufrimiento, desnudez. Esto nos lo recuerda el evangelista san Juan, cuando nos dice: quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1ª Jn. 4, 20).

            2) Los primeros cristianos no tenían miedo a nada; sólo al pecado, pero no a los hombres ni a lo que dijeran los hombres. Por eso, los primeros cristianos decían y vivían la resurrección de Jesús abiertamente: el que había muerto estaba vivo, el fracasado había triunfado. Sí, Jesús vive y nos da vida, nos da luz, nos da calor, nos da fuerza, nos da paz, nos perdona y da sentido a nuestras vidas. Nuestros templos están medio vacíos, y sin gente joven, pero eso no quita fuerza y verdad a la resurrección de Jesús. Cuando Jesús entraba triunfante en Jerusalén el domingo de ramos, los discípulos gritaban y cantaban alborozados. Los sumos sacerdotes judíos quisieron callarlos y exigieron a Jesús que los acallara, pero Jesús les replicó: Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras (Lc. 19, 40). Sí, no debemos callarnos, pero, si lo hiciéramos, entonces gritarían sin miedo alguno las piedras y la creación entera.

            3) Cuando se dice en la primera lectura que los primeros cristianos pensaban y sentían lo mismo, no se refiere a que todos votaran al mismo partido político, o que tuvieran en común el mismo equipo de fútbol, o que les gustara la misma comida… No se refiere a esto. No. Cada uno tenía sus propias ideas y experiencias y gustos, pero todo ello quedaba en segundo lugar ante Dios y las cosas de Dios. Era más importante para ellos lo que les unía que los que les separaba. Esto era totalmente secundario, aquello era lo fundamental. Y lo que les unía era la misma fe y el mismo amor a Dios.

sábado, 30 de marzo de 2024

Domingo de Pascua

31-3-2024                              DOMINGO I DE PASCUA (B)

Hch. 10, 34a.37-43; Sal. 117; Col. 3, 1-4; Jn. 20, 1-9

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Desde la Vigilia Pascual y hasta que termine el tiempo de Pascua, en las iglesias y en todas las ceremonias litúrgicas se enciende el CIRIO PASCUAL. Asimismo encendemos el cirio pascual fuera del tiempo de Pascua cuando celebramos un funeral o un bautizo. ¿Qué significa este cirio y qué tiene que ver con la Pascua?

- En nuestro tiempo y en nuestra sociedad estamos demasiado acostumbrados a la luz eléctrica y a la calefacción. Sin embargo, del siglo XIX para atrás casi toda la vida humana se paralizaba al caer la noche. Las tinieblas envolvían los campos, las casas, los pueblos, las ciudades. Ciertamente se podía encender un fuego, pero había que ir a buscar la leña, la casa se llenaba de humo, había que limpiar y recoger las cenizas al día siguiente…; era muy molesto, farragoso y caro. Las velas eran sólo para los ricos. Sin embargo, este fuego daba luz y permitía alargar un poco la vida en la noche y en la oscuridad, y además daba calor en el invierno o en las noches o en los días fríos. Sí, el fuego daba luz en la oscuridad y calor en el frío. Ahora lo tenemos mucho más fácil. Con dar a un interruptor tenemos luz; con dar a otro interruptor tenemos calor.

Ya en los inicios de la vida de la Iglesia se asemejó el fuego a CRISTO JESÚS, el cual ES LUZ y guía en la oscuridad, y CALOR en el frío de la vida, en el frío del pecado, en el frío de la soledad. A pesar de los avances técnicos, los significados del fuego (luz y calor) unidos a Cristo Jesús permanecen a lo largo de los siglos.

En efecto, la Palabra de Dios nos dice que la oscuridad de la muerte no pudo con Jesús; el frío de la muerte no pudo con Jesús. La oscuridad y el frío del pecado no pudieron con Jesús. Jesús sigue siendo ese fuego que nos da luz, y sigue siendo ese fuego que nos da calor[1]. Nuestros ojos cegados por la oscuridad del pecado se abren a la luz por la resurrección de Jesús. Nuestros miembros fríos por la muerte recobran el calor de la vida por la resurrección de Jesús. Todo esto y mucho más representan ese cirio pascual que tenemos aquí encendido.

- Y ahora sí, ahora vamos a hablar del cirio pascual: La palabra ‘cirio’ viene del latín ‘cereus’ (de cera, el producto de las abejas). El cirio más importante de todos los que utilizamos en la liturgias es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de Cristo, y que se sitúa sobre una columna o un candelabro adornado. El cirio pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia.

En medio de la oscuridad (la celebración empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada y luego bendecida, se enciende el cirio. En la procesión de entrada de la Vigilia se canta por tres veces la aclamación al cirio: ‘Luz de Cristo. Demos gracias a Dios’, mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los fieles y las luces de la iglesia. ¡Atención!: Los fieles no encienden sus cirios de cualquier fuego; no los encienden con sus mecheros ni cerillas. Esos cirios de los  fieles tienen que ser encendidos únicamente del cirio pascual, que a su vez ha sido encendido del fuego bendecido al inicio de la Vigilia Pascual. Es el fuego de Cristo, es Cristo ese fuego que se va comunicando a todos los fieles.

Luego se coloca el cirio en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se proclama en torno a él el solemne Pregón Pascual: “Goce la tierra, inundada de tanta claridad, y que se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. En verdad es justo y necesario aclamar a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló el recibo del antiguo pecado. Ésta es la noche en que, por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos. Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo.

¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!

Te rogarnos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche. Amén”.

¿Por qué los fieles tienen en sus manos cirios encendidos? La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con Él en la noche victoriosa en la que se anuncia –en el momento culminante del evangelio– la gran noticia de su Resurrección.

Durante la celebración del sacramento del bautismo también debe estar encendido el cirio, para encender de él los cirios de los nuevos bautizados. Asimismo se enciende el cirio pascual, junto al féretro, en las exequias cristianas, para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua. Así se utiliza el simbolismo de este cirio en el bautizo y en las exequias, el principio y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna.

- Sin embargo, el cirio pascual y los cirios encendidos de los fieles no pueden quedar en un simple rito, bonito y expresivo, pero rito, al fin y al cabo. Para que ese cirio encendido en las manos de los fieles sea verdadero, ha de ser comunicado[2]. Quiero decir: si ese cirio significa realmente que Cristo nos transmite su luz, que nos guía y nos saca de nuestras oscuridades y cegueras; si ese cirio significa realmente que Cristo nos transmite su calor, que nos aparta del frío del pecado y del frío de la muerte para siempre, entonces esa luz y ese calor dejarán de ser algo ritual y simbólico cuando de verdad nosotros seamos capaces de transmitir a otros esa luz y ese calor, que no serán nuestros, sino de Cristo, es decir, estaremos transmitiendo y comunicando a Cristo a los demás. Un Cristo vivo, y no muerto y enterrado; un Cristo de hoy, y no del pasado.

¡Feliz Pascua de Resurrección!


[1] Mi dedo es milagroso. A quien toque ahora, va a quedar sin fe durante tres meses. ¿Quién quiere ser tocado? Nadie. No podemos vivir sin la fe, sin la luz de Cristo, sin su calor. No entendemos cómo puede haber gente que viva sin Dios y sin fe. Nosotros necesitamos su compañía, su calor, su guía, su alegría, su paz.

[2] Todos hemos recibido de Dios, por intermediación de personas humanas, la fe, la luz de Cristo y el calor de Cristo. Si nosotros no los transmitimos, algunos se quedarán sin ello. ¿A cuántos he transmitido yo la fe? Sólo en el cielo lo sabré. ¿A cuántos les aparté de la fe? Sólo en el cielo lo sabré. Esto que pregunto de mí, os lo tenéis que preguntar vosotros mismos. Por eso la luz hemos de transmitirla de unos a otros.